
No seré el rey de oeste-allende-los-mares; no seré el heredero de la corona del legendario Uther Pendragon.
Algo de los poderes terrenales me ha sido develado por un druida del sur; pude comprobar como aún suministrada por mis torpes manos la pócima cumplió su cometido. Sólo fue un chispazo esa luz que me bastó para imaginar un futuro reinado, aquella plenitud de los ávidos de poder.
Comparables en magnitud fueron la euforia al ver la puerta entreabierta y la decepción tras comprender que en esa misma piedra en la que se halla incrustado el metal iban a naufragar mis sueños de grandeza imperial.
Indemne como los pensamientos de los grandes hombres, brillante como los frutos del trabajo de los buenos artesanos: así, como una burla, reposando en su pétreo lecho, así me demuestra mi fragilidad ante las cosas que verdaderamente importan.
Fui demasiado débil para lograr arrancar al destino de áureas cortes y banquetes abundantes de las entrañas de ese blanco mineral.
Desde entonces vago incansablemente (tamaña paradoja) y mis velados ojos observan, entreverados con los jirones de pelo que oscurecen mi semblante. Esta pasiva búsqueda sigue (y seguirá); el saber que no soy el elegido no me privará de ser quién encuentre a Quién sea digno de serlo.
Fragmento de "Cambiar un cuerito".
1 comentario:
En estos tiempos donde es muy difícil encontrar espadas legendarias por sustraer, dragones que cazar, o doncellas que rescatar. Sin duda quisiera ser parte de la mesa redonda que formaren aquellos que sigan al hombre capaz de quitar la canilla de la blanca cerámica. Aunque este caballero de dudoso temple tal vez no sea digno, ya que hace aguas por doquier.
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