diciembre 01, 2006

La fiesta del abandono


Luego de recorrer la extensa lista de invitaciones a la que estamos acostumbrados, me encontré con este nombre “La fiesta del abandono” en el rubro “Poco menos que un velorio”. Esa noche no andaba con mucho ánimo y si bien “Festejos desmesurados en función de un mal común” desbordaba de invitaciones opté por algo más tranquilo. (aunque igual de triste)

Al llegar a la fiesta ninguna persona parecía quejarse, frases del tipo: “Los hombres son todos iguales”, “Están todas desquiciadas”,” Las mujeres son todas iguales”; generalizaciones propias del maltrato y el resentimiento, a diferencia de lo que creí, no parecían ni siquiera asomarse en las conversaciones. La alegría y el balie reinaban en todas partes, y los pocos que no estaban subidos a este tren (y me refiero al baile en general y no al trencito humano que suele aparecer en el colmo del jolgorio) eran fervientemente invitados por los más alegres -o los más molestos- a sumarse y dejarse llevar por la música, y aquí hay algo que me llamó la atención. ¿Cuál es la razón de ese comportamiento, qué lleva a estas personas, éstas que obligan y hasta sentencian malestares o tristezas en aquellos que están un tanto apartados del alboroto general, a desear que los estáticos se sumen? Como si eso hiciera que sientan lo mismo que todos los demás, o que por lo menos lo parezca. No sé qué buscan, pero lo que es seguro es que no entienden razones y sólo conocen dos remates, logran sumar a sus víctimas o las dejan entre grandes insultos y gestos de fastidio. (Vale aclarar que esto no es un hecho particular de esta fiesta, estos seres están en todas)
Volviendo a analizar la fiesta en función de como fue catalogada, nada de lo que esperaba se estaba dando, no había llantos desconsolados, ni esfuerzos por olvidar, ni siquiera una mirada perdida, tal vez porque ya era demasiado tarde y había llegado a la hora de la resignación. Pero cuando comenzaba con la sutil huida (sutil ya que también están aquellos que se enojan y no quieren que uno abandone la fiesta, y ésta estaba llena de abandonos) logré ver a una muchacha en un banco del patio sentada de espaldas a la casa, con la mirada perdida en los matorrales de los fondos. Estaba alejada de todo, apenas había luz donde ella estaba y la música era un lejano murmullo. Me acerqué despacio, a pocos pasos, sin mirarme, me dijo una sola palabra.
-Volviste- fue más que una palabra, lo aseveraba.
No logré verla bien, pero estaba seguro que no la conocía, me era imposible estar volviendo a ella apenas si estaba llegando.
-Me parece estás confundida- le dije con un poco de miedo pero sin dejar de acercarme.
-Siempre me decís lo mismo... Sentate, dale, acompañame un ratito nada más, es lo único que te pido.
Me senté a su lado despacio y en silencio, ella siguió con su mirada fija al frente, nos quedamos sin hablar. Pasamos un largo rato juntos, sentados allí en la oscuridad no sabía cómo iba a terminar esto, qué buscaba ella o si esperaba algo de mí, tal vez alguna palabra o algún gesto. El silencio no le incomodaba en lo absoluto, de reojo espié su rostro, parecía estar disfrutando el momento. Tenía la mirada perdida y una pequeña sonrisa como quien evoca un sueño, a mí la situación me inquietaba, tal vez no tenía nada en que soñar. Tiempo después rompí el silencio un poco confundido.
-Me voy, disculpame pero no soy quien vos creés- le dije con algo de indiferencia.
-Yo estoy segura de saber quién sos, por favor, no te vayas, acompañame un rato más-
su voz se quebró al final, su posición también cambió, ahora miraba levemente hacia abajo.
No tenía sentido que me quedara, o no se lo encontraba, me levanté sin mirarla.
-Me voy.
-No te podés imaginar lo que duele que me digas eso- respondió y al mismo tiempo se tomó la cara con ambas manos. (creo, lloraba)
No supe qué hacer más que cumplir con lo dicho en un principio y me alejé. Antes de entrar a la casa me di vuelta, la miré otra vez y creí conocerla. Hice unos pasos hacia adentro y lo supe. Todos los abandonos son iguales, un pedido por que la otra persona sienta algo que ya es incapaz de sentir, y que la convierte en una totalmente desconocida. Ya no tenía más que hacer ahí, así que me fui.
Al salir del recinto pude ver que en la casa de enfrente también se estaba organizando una fiesta, y no es que tenga una gran vocación de crítico de fiestas, pero me pareció estar adivinando lo que había pasado, estaba en la fiesta equivocada. La verdadera fiesta del abandono quedaba enfrente y no era más que una fiesta de bailes desenfrenados, charlas a los gritos con personas pero sin interlocutores y todo tipo excesos (el abandono parecía ser de cordura) En el momento en que entré a la casa el trencito estaba en su punto más alto (El carnaval carioca funcionaba como locomotora) definitivamente la fiesta del abandono es una donde uno va y se abandona, no había ninguna diferencia con la anterior, salvo por aquella muchacha. Egresé de ésta también decepcionado, no me interesó en lo absoluto, y está bien, el abandono lleva algo de eso.

No hay comentarios.:

Add to Technorati Favorites Unión de Bloggers Hispanos    BlogESfera Directorio de Blogs Hispanos - Agrega tu Blog  Blogarama - The Blog Directory  Blog Flux Directory  Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.