febrero 28, 2007

Casamiento de El Ogro y La Bruja


En los cuentos de hadas las brujas son malas, y en los cuentos de brujas las hadas son feas (o por lo menos, así decía la canción); pero lo que nadie discute, dados innumerables ejemplos tanto en la ficción fantástica como en la prensa amarilla, es que cuando un ogro se cruza algún ejemplar de las antes citadas etnias (en su mayoría femeninas), no hace preguntas ni se detiene a decidir que adjetivo conviene aplicar.
Seis meses después del suceso que motivó el aséptico párrafo anterior el tiempo me encontró en el espacio destinado a la fiesta post casorio de El Ogro y La Bruja.
La celeridad en la organización puede explicarse fácilmente si se repara en el semiesférico ensanchamiento del vestido de la novia en la zona pélvico-abdominal. Ya se sabe lo conservadora que es la sociedad del bosque, y ya de por sí levantó suficientes suspicacias el hecho de la "heterogeneidad" de la (feliz) pareja. Si bien las cosas cambiaron desde el moderado éxito de algunas películas, y los ogros no son tan despreciados como solían serlo, algunas viejas costumbres persisten.
La ceremonia, como cabe suponer, fue mixta. Las brujas con sus calderos y sus escobas, los ogros, menos protocolares, se dedicaron a ingerir niños y niñas especialmente traídos para la ocasión. Sobre este punto, la gente de la Comisión Ogril Por El Trato Ecuánime (COPETE) me solicitó encarecidamente que aclarase en mi crítica que los ogros sólo ingieren niños/as con fines alimentarios, y que repudian a los pedófilos, por ser (cito al COPETE): "aparte de degenerados, arruinadores de la comida".
He aquí un punto controversial: la idea de la gente a cargo de la fiesta fue la de propugnar las costumbres atemporales de ogros y brujas, postura con la que uno podría en principio estar de acuerdo (si es que se pueden discutir las posturas). Ahora, si bien yo no tengo nada en contra de ogros ni de brujas (tengo amigos ogros y amigas brujas), el hecho de que las opciones de plato principal hayan sido “Niños envueltos” y “Sopa de alas de murciélago y ojos de sapo” me parece un tanto falto de consideración. Esto último dicho sin afán de adentrarme en una discusión acerca de si el arte culinario (o cualquier otro) debe ser consciente o no de su público.
La etapa del baile fue bastante singular (por no decir patética): la música, ejecutada por una orquesta de duendes, fue por supuesto de naturaleza céltica, como corresponde a esta gente. Imaginen ahora a una horda de ogros intentado bailar ese tipo de música con un grupo de brujitas. Triste. Celebro, sin embargo, la ausencia del carnaval carioca.
En definitiva, la fiesta transcurrió con toda la normalidad que los mentados seres imaginarios pueden permitirse. En cuanto a este humilde crítico, se murió de hambre.

6 comentarios:

Gustavo Pereyra dijo...

Bibliografía recomendada: "El Ogro y La Bruja" - Rubén Goldín

Suaznabar dijo...

Lo voy a leer, pero siempre llego tarde para poner el primer comentario y me frusta.
Soy Frustado.

l dijo...

El carnaval carioca, tal vez, hubiera adornado de forma bastante simpática a los ogros intentando dar un espectáculo digno de Lord of The Dance. Pobres ogros. la inserción social no es sencilla cuando uno tiene características tan especiales. No debe ser fácil, che.

Suaznabar dijo...

Es increible, Critico Nº2; pero esta chica cuando esta en vacaciones lee todo al parecer.

Suaznabar dijo...

Mi idea sobre la critica es esta.
Me parece que si en vez de hacerla prosa la hacemos verso, y la ponemos en ingles; Casamiento de El Ogro y La Bruja, podria ser sin lugar a dudas una cancion de Led Zepelin.
Pensemoslo
La musica con guitarras acusticas, avanzando de a poco hasta cambiar y ser un estruendo electico. Luego veamos como la voz de Robert Plant va yendose a sus limites.
Me parece que esta bien podria ser una cancion de Led Zeppelin, quizas sin el elemento gracioso del final, pero si podria ser "The Weeding between the Ogre and the wich" (No me acuerdo bien como se dice ogro en ingles)

l dijo...

No sólo tengo tiempo de leer, sino también de ver películas.
El otro día comencé a ver mi primer película de David Lynch, sin saber que era de él. Hacía mucho que quería ver "El hombre elefante". Y el otro día Retro me la pasó. De más está decir que empecé a verla, vi la escena que me interesaba (Anthony Hopkins y su emoción cuando ve al hombre elefante por primera vez) y luego me entregué a los encantos de Morfeo.
Pero al menos ahora sé que vi unos minutos de David Lynch.
Ahora sí.

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